Lot Essay
El cuadro La mesa china pertenece a la etapa más importante y productiva de Solana entre 1925 y 1945, en la que despoja a su pintura de lo accesorio para concentrarse en lo fundamental.
Esta época tuvo como escenario fundamentalmente la vieja casona de Santa Feliciana en Madrid, ya que el artista no utilizaba estudio como tal, sino las propias habitaciones de la casa. En el cuadro se representa, probablemente, una de esas habitaciones de su residencia de la que, según Sánchez Camargo, estaba orgulloso, y en la que se acumulaban los objetos a los que daba una gran importancia, porque eran los que después le servían para "amueblar" los cuadros. Los elementos que le rodean y con los que convive cotidianamente, le facilitan el análisis y la contemplación, convirtiéndose en "objetos de preferencia" a la hora de componer un cuadro.
Por eso, los bodegones en la obra de Solana son uno de los géneros más importantes en su producción. Cuando sobre una mesa sorprende una serie de objetos, no se le ocurre hacer una distribución, sino que los recoge en su accidental situación. La disposición simula un decorado o escenario en el cual los objetos son representados como retratos de personajes inanimados, dando vida a lo que está muerto.
Solana y su hermano Manuel se dedicaron al coleccionismo de objetos y muebles de todo tipo, adquiridos en muchas ocasiones en el Rastro de Madrid, pero también conservados de la herencia paterna y provenientes de orígenes remotos como los países asiaticos, ya que desde finales del siglo XIX se desarrolla un importante coleccionismo de objetos procedentes de oriente, que influirán tanto en la decoración como en las artes.
La mesa china forma parte de un grupo de obras como Chinos y Jarrones, 1927, y Figuras Chinas, 1928, en las que Solana demuestra su atracción por las culturas orientales y por los objetos de origen chino. Los objetos representados en estos cuadros fueron hechos a finales del siglo XIX, entre 1860 y 1880 en Cantón, donde existía una importante producción de objetos realizados al gusto occidental para la exportación, denominados chinoiseries.
Los objetos que aparecen en este cuadro pertenecen a un mundo iconográfico propio, ya que Sánchez Camargo menciona en su libro Solana, vida y pintura, una "mesa procedente de la familia Solana". También en el texto Solana, madrileño, de Leandro Navarro, se recoge la siguiente descripción: "El interior de la casa está decorado con los muebles isabelinos traídos de Santander y con los extraños objetos coleccionados por Manuel y por el pintor, junto con los heredados de su padre, algunos representados en sus cuadros como La mesita china (...)".
El objeto que da título a esta obra es una mesa lacada en negro con una decoración en dorado, que representa diferentes escenas con personajes, motivos vegetales, barcos, etc. Podría tratarse de una mesa al gusto oriental para jugar a cartas, dado su pequeño tamaño. La mesa se sitúa en el centro de la imagen, creando una composición simétrica, ordenada y equilibrada con las diferentes masas y elementos que componen el cuadro, aunque Solana, en este caso, parece olvidar las leyes de la perspectiva al pintar la mesa. Para compensar la original representación de la mesa, Solana utiliza el enlosado del suelo, en el que se combinan baldosas rojas y blancas que reflejan parte de la luz que ilumina la escena.
Sobre la mesa aparecen cinco objetos: empezando por la izquierda nos encontramos con un bote cilíndrico con cierre dorado en el que se representa una escena con dos figuras femeninas vestidas con kimono, por lo que se podía tratar de uno de los objetos heredados de su padre o adquirido por el propio Solana en Madrid y procedentes de Cantón. Podría utilizarse para guardar cigarros.
Este bote es un ejemplo representativo del Solana mas colorista, en el que observamos una paleta extensa en la que el color es utilizado con intensidad y variedad: azul, rojo, amarillo, verde, violeta y el blanco, que introduce un efecto luminoso en la obra, convirtiéndola en foco de atención.
Rozando el bote aparece un abanico de varillaje de marfil con país de seda o marfil, también realizado al gusto occidental. Está colocado junto al borde de la mesa y de él cuelgan dos borlas que lo rematan.
El objeto más grande y casi central en la imagen es un jarrón negro con decoración color ocre, similar a la mesa, por lo que podría ser también un objeto lacado en negro o quizás de bronce. Lo más curioso de este objeto es la tapa superior, en la que aparece un águila enfrentada a una serpiente. Podría ser un quemaperfumes (aunque no se aprecian los agujeros) o un recipiente para guardar alimentos o vino.
El siguiente objeto es una caja utilizada para guardar guantes similar al bote descrito anteriormente, tanto por el colorido como por el material del que podrían estar hechos ambos (cerámica de Cantón realizada al gusto occidental). La única diferencia es que en ésta, la decoración está compuesta por motivos vegetales y no figuras.
El último objeto sobre la mesa es una figura oriental sobre una peana. Parece ser un guerrero, ya que porta en el cinturón lo que podría ser una catana, y en las manos una barilla, posiblemente un arma de guerra o una barilla en la cual se colocaba una placa de jade, símbolo de la dignidad del personaje.
La escena pintada por Solana incluye en la parte trasera un tapiz que cuelga hasta el suelo, en el que se representan una grulla, un faisán y un ave fénix, aves que eran habituales en la decoración de objetos orientales al gusto occidental. En los laterales aparecen cuatro árboles que emparejados de manera simétrica, cierran la composición por los laterales.
Para representar los objetos, Solana utiliza fundamentalmente (excepto en la mesa) la perspectiva frontal, escalonando los diversos planos en un ordenamiento de mayor a menor tamaño. Planta en primer término la figura o motivos principales del lienzo, y zigzaguea con los fondos, definiéndolos con la misma intensidad que los primeros planos.
Utiliza la luz artificial, creando una atmósfera pesada que cae sobre los objetos, y ese aire o ambiente extrasolar que permanece incluso en los momentos de mayor riqueza colorística.
El color negro es el predominante en esta obra ya que los colores, salvo las dos excepciones de la caja y el bote, se emplean con tonalidades sombrías, manchados, creando una composición oscura, ennegrecida. Las formas se delimitan con una gruesa línea negra, característica indiscutible del pintor, que no mancha al pasar de una zona a otra de color.
Por todo ello, La mesa china es un ejemplo significativo de la obra de José Gutiérrez Solana, en la que se resumen las características más destacadas de su pintura, que lo convierten en heredero de la mejor tradición artística española.
Esta época tuvo como escenario fundamentalmente la vieja casona de Santa Feliciana en Madrid, ya que el artista no utilizaba estudio como tal, sino las propias habitaciones de la casa. En el cuadro se representa, probablemente, una de esas habitaciones de su residencia de la que, según Sánchez Camargo, estaba orgulloso, y en la que se acumulaban los objetos a los que daba una gran importancia, porque eran los que después le servían para "amueblar" los cuadros. Los elementos que le rodean y con los que convive cotidianamente, le facilitan el análisis y la contemplación, convirtiéndose en "objetos de preferencia" a la hora de componer un cuadro.
Por eso, los bodegones en la obra de Solana son uno de los géneros más importantes en su producción. Cuando sobre una mesa sorprende una serie de objetos, no se le ocurre hacer una distribución, sino que los recoge en su accidental situación. La disposición simula un decorado o escenario en el cual los objetos son representados como retratos de personajes inanimados, dando vida a lo que está muerto.
Solana y su hermano Manuel se dedicaron al coleccionismo de objetos y muebles de todo tipo, adquiridos en muchas ocasiones en el Rastro de Madrid, pero también conservados de la herencia paterna y provenientes de orígenes remotos como los países asiaticos, ya que desde finales del siglo XIX se desarrolla un importante coleccionismo de objetos procedentes de oriente, que influirán tanto en la decoración como en las artes.
La mesa china forma parte de un grupo de obras como Chinos y Jarrones, 1927, y Figuras Chinas, 1928, en las que Solana demuestra su atracción por las culturas orientales y por los objetos de origen chino. Los objetos representados en estos cuadros fueron hechos a finales del siglo XIX, entre 1860 y 1880 en Cantón, donde existía una importante producción de objetos realizados al gusto occidental para la exportación, denominados chinoiseries.
Los objetos que aparecen en este cuadro pertenecen a un mundo iconográfico propio, ya que Sánchez Camargo menciona en su libro Solana, vida y pintura, una "mesa procedente de la familia Solana". También en el texto Solana, madrileño, de Leandro Navarro, se recoge la siguiente descripción: "El interior de la casa está decorado con los muebles isabelinos traídos de Santander y con los extraños objetos coleccionados por Manuel y por el pintor, junto con los heredados de su padre, algunos representados en sus cuadros como La mesita china (...)".
El objeto que da título a esta obra es una mesa lacada en negro con una decoración en dorado, que representa diferentes escenas con personajes, motivos vegetales, barcos, etc. Podría tratarse de una mesa al gusto oriental para jugar a cartas, dado su pequeño tamaño. La mesa se sitúa en el centro de la imagen, creando una composición simétrica, ordenada y equilibrada con las diferentes masas y elementos que componen el cuadro, aunque Solana, en este caso, parece olvidar las leyes de la perspectiva al pintar la mesa. Para compensar la original representación de la mesa, Solana utiliza el enlosado del suelo, en el que se combinan baldosas rojas y blancas que reflejan parte de la luz que ilumina la escena.
Sobre la mesa aparecen cinco objetos: empezando por la izquierda nos encontramos con un bote cilíndrico con cierre dorado en el que se representa una escena con dos figuras femeninas vestidas con kimono, por lo que se podía tratar de uno de los objetos heredados de su padre o adquirido por el propio Solana en Madrid y procedentes de Cantón. Podría utilizarse para guardar cigarros.
Este bote es un ejemplo representativo del Solana mas colorista, en el que observamos una paleta extensa en la que el color es utilizado con intensidad y variedad: azul, rojo, amarillo, verde, violeta y el blanco, que introduce un efecto luminoso en la obra, convirtiéndola en foco de atención.
Rozando el bote aparece un abanico de varillaje de marfil con país de seda o marfil, también realizado al gusto occidental. Está colocado junto al borde de la mesa y de él cuelgan dos borlas que lo rematan.
El objeto más grande y casi central en la imagen es un jarrón negro con decoración color ocre, similar a la mesa, por lo que podría ser también un objeto lacado en negro o quizás de bronce. Lo más curioso de este objeto es la tapa superior, en la que aparece un águila enfrentada a una serpiente. Podría ser un quemaperfumes (aunque no se aprecian los agujeros) o un recipiente para guardar alimentos o vino.
El siguiente objeto es una caja utilizada para guardar guantes similar al bote descrito anteriormente, tanto por el colorido como por el material del que podrían estar hechos ambos (cerámica de Cantón realizada al gusto occidental). La única diferencia es que en ésta, la decoración está compuesta por motivos vegetales y no figuras.
El último objeto sobre la mesa es una figura oriental sobre una peana. Parece ser un guerrero, ya que porta en el cinturón lo que podría ser una catana, y en las manos una barilla, posiblemente un arma de guerra o una barilla en la cual se colocaba una placa de jade, símbolo de la dignidad del personaje.
La escena pintada por Solana incluye en la parte trasera un tapiz que cuelga hasta el suelo, en el que se representan una grulla, un faisán y un ave fénix, aves que eran habituales en la decoración de objetos orientales al gusto occidental. En los laterales aparecen cuatro árboles que emparejados de manera simétrica, cierran la composición por los laterales.
Para representar los objetos, Solana utiliza fundamentalmente (excepto en la mesa) la perspectiva frontal, escalonando los diversos planos en un ordenamiento de mayor a menor tamaño. Planta en primer término la figura o motivos principales del lienzo, y zigzaguea con los fondos, definiéndolos con la misma intensidad que los primeros planos.
Utiliza la luz artificial, creando una atmósfera pesada que cae sobre los objetos, y ese aire o ambiente extrasolar que permanece incluso en los momentos de mayor riqueza colorística.
El color negro es el predominante en esta obra ya que los colores, salvo las dos excepciones de la caja y el bote, se emplean con tonalidades sombrías, manchados, creando una composición oscura, ennegrecida. Las formas se delimitan con una gruesa línea negra, característica indiscutible del pintor, que no mancha al pasar de una zona a otra de color.
Por todo ello, La mesa china es un ejemplo significativo de la obra de José Gutiérrez Solana, en la que se resumen las características más destacadas de su pintura, que lo convierten en heredero de la mejor tradición artística española.