Lot Essay
Versión fragmentada del tema de la Anunciación, perteneciente al evangelio de San Lucas 1, 26-38, siendo el presente lienzo la mitad derecha de un tema reproducido a lo largo de la historia e interpretado por Zurbarán en varias ocasiones. Ejemplos concocidos son el del Museo de Grenoble de 1639 o el del Museo de Filadelfia de 1650, este último muy ligado a la presente composición. Según el profesor Pérez Sánchez de las versiones conocidas de la Anunciación, este cuadro parece ser la más tardía de las realizadas por el pintor.
Es una de las imágenes más íntimas y evocadoras de la Virgen. Aparece en primer término arrodillada con la mano derecha en el pecho y la izquierda extendida con gesto de sorpresa ante la noticia del ángel. En frente, una mesa cubierta por una tela verde y sobre ella varios libros de oración. Tras la Virgen, una silla de cuero tachonado y, en segundo término, una columna sobre un pedestal y un amplio cortinaje sujetado por querubines, recurso utilizado en numerosas ocasiones por el pintor. Las recomendaciones de Pacheco fueron seguidas muy de cerca por Zurbarán: "Ha de estar la Santisima Señora de rodillas que es lo más probable con una manera de bufete o sitial delante, donde tenga un libro abierto... y ella humilde y vergonzosa, de la edad que habemos dicho de catorce años y cuatro meses, bellísima, su cabello tendido y con un sutil velo sobre el; manto azul y ropa rosada ceñida a su cintura... en lo alto se suele pintar... muchos serafines y ángeles...". (F. Pacheco, Arte de la Pintura. Su Antiguedad y grandeza, Ed. F.J. Sánchez Catón, Madrid, 1956, II, págs. 232-3).
Esta versión sigue de un modo casi literal la gran composición que hoy se conserva en el Museo de Philadelphia. Las diferencias son pocas, tan sólo la mesa, aquí tratada de una forma más sencilla, los plegados en las telas de la Virgen y la sustitución del jarrón de cristal con azucenas que aparece en Philadelphia por la alcarraza trianera de barro blanco que aquí se muestra.
Esta alcarraza de barro blanco con asas onduladas representada en el angulo inferior derecho del cuadro, es idéntica a la que aparece en las dos versiones de Naturaleza muerta con cacharros, que se encuentra en el Museo del Prado de Madrid (fig. 1) y en el Museo Nacional d'Art de Catalunya en Barcelona y aparece también de forma muy similar en el cuadro Santa Rufina que se encuentra en la National Gallery de Ireland (fig. 3).
Las flores, azucenas y rosas, con las que frecuentemente se representa a la Virgen, presentes en otras versiones como es el cuadro del Niño Jesús con la corona de espinas en la casa de Nathareth, (fig. 2), tienen como simbolismo la condición de pureza de la Virgen a través de las azucenas y las rosas alusivas a la maternidad.
El escenario arquitectónico reducido al mínimo, como en todas las amplias composiciones del pintor, está tan sólo sugerido através de un pedestal y un amplio cortinaje (que aparece en otras versiones como es el Retrato de Don Rodrigo Fernandez de Santaella circa, 1645) y que junto a las vestiduras de la Virgen deja ver el virtuosismo típico de Zurbarán en el tratamiento de las telas.
Así, en esta magnífica obra, podemos ver una serie de elementos característicos de la producción madura de Zurbarán. Durante su último periodo, el artista no inventa sino que interpreta los temas bien conocidos por él. El pintor elimina toda rudeza y dramática tensión anterior y la sustituye por imágenes delicadas y poéticas envueltas en un halo de luz difusa donde impera la armonía y la sencillez.
Es una de las imágenes más íntimas y evocadoras de la Virgen. Aparece en primer término arrodillada con la mano derecha en el pecho y la izquierda extendida con gesto de sorpresa ante la noticia del ángel. En frente, una mesa cubierta por una tela verde y sobre ella varios libros de oración. Tras la Virgen, una silla de cuero tachonado y, en segundo término, una columna sobre un pedestal y un amplio cortinaje sujetado por querubines, recurso utilizado en numerosas ocasiones por el pintor. Las recomendaciones de Pacheco fueron seguidas muy de cerca por Zurbarán: "Ha de estar la Santisima Señora de rodillas que es lo más probable con una manera de bufete o sitial delante, donde tenga un libro abierto... y ella humilde y vergonzosa, de la edad que habemos dicho de catorce años y cuatro meses, bellísima, su cabello tendido y con un sutil velo sobre el; manto azul y ropa rosada ceñida a su cintura... en lo alto se suele pintar... muchos serafines y ángeles...". (F. Pacheco, Arte de la Pintura. Su Antiguedad y grandeza, Ed. F.J. Sánchez Catón, Madrid, 1956, II, págs. 232-3).
Esta versión sigue de un modo casi literal la gran composición que hoy se conserva en el Museo de Philadelphia. Las diferencias son pocas, tan sólo la mesa, aquí tratada de una forma más sencilla, los plegados en las telas de la Virgen y la sustitución del jarrón de cristal con azucenas que aparece en Philadelphia por la alcarraza trianera de barro blanco que aquí se muestra.
Esta alcarraza de barro blanco con asas onduladas representada en el angulo inferior derecho del cuadro, es idéntica a la que aparece en las dos versiones de Naturaleza muerta con cacharros, que se encuentra en el Museo del Prado de Madrid (fig. 1) y en el Museo Nacional d'Art de Catalunya en Barcelona y aparece también de forma muy similar en el cuadro Santa Rufina que se encuentra en la National Gallery de Ireland (fig. 3).
Las flores, azucenas y rosas, con las que frecuentemente se representa a la Virgen, presentes en otras versiones como es el cuadro del Niño Jesús con la corona de espinas en la casa de Nathareth, (fig. 2), tienen como simbolismo la condición de pureza de la Virgen a través de las azucenas y las rosas alusivas a la maternidad.
El escenario arquitectónico reducido al mínimo, como en todas las amplias composiciones del pintor, está tan sólo sugerido através de un pedestal y un amplio cortinaje (que aparece en otras versiones como es el Retrato de Don Rodrigo Fernandez de Santaella circa, 1645) y que junto a las vestiduras de la Virgen deja ver el virtuosismo típico de Zurbarán en el tratamiento de las telas.
Así, en esta magnífica obra, podemos ver una serie de elementos característicos de la producción madura de Zurbarán. Durante su último periodo, el artista no inventa sino que interpreta los temas bien conocidos por él. El pintor elimina toda rudeza y dramática tensión anterior y la sustituye por imágenes delicadas y poéticas envueltas en un halo de luz difusa donde impera la armonía y la sencillez.